La araña del cuadro
vive sumisa
al placer del bocado,
como el silencio de un Dios
en el cuenco de la muerte.
Le sobran ojos,
y como el caleidoscopio
la luz es ciega.
Uno la ve y se finge muerta,
uno le habla y se detiene sorda.
El ánimal del marco
vive en el cuadro de la pared
mancha culpable,
juguete desmayado,
araña galante,
araña libando
la fatigada sangre
de la herida
en la colmena
de cadáveres bruscos,
donde el viento
huele a glándula y seda.
Uno la toca
y se le entibia el corazón,
uno le habla y se muere de terror.
Cuando un disturbio repentino
mancha la soledad,
la araña
huye por el hilo acústico
de su apresurado temor,
y siente la sombra
cuando se detiene
junto a la claridad,
como el calambre
de la desesperación
en el sabor amargo.
Yo la observo
con la atención de mis sentidos
y aprendo de sus patas,
su fina inocencia.
jueves, 18 de septiembre de 2008
La araña del cuadro
Autor
Humberto Acevedo
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